Nuestra Ruta de Poniente llega a su fin.

Hemos considerado que uno de los mejores epílogos es acercarnos a la ciudad de Lebrija, localidad situada en el bajo Guadalquivir al sur de Sevilla.

Su fundación se atribuye a los fenicios, o incluso a los tartessos, hace más de dos mil setecientos años. A lo largo de la historia ha sido población romana, visigoda, árabe y cristiana, por lo que entre sus calles se encuentran evidencias del paso de las diferentes culturas que la han habitado.

Es una zona eminentemente agrícola que, además de los cultivos de secano tradicionales, cuenta también con viñedos que producen unos excelentes vinos con denominación de origen, merecedores de numerosos premios internacionales.

En Lebrija se da una de las peculiaridades más genuinas del Flamenco. Entre los siglos XVI y XVII se asentaron algunas familias gitanas que vivían de la alfarería, el trato de ganado, la herrería y los trabajos del campo. Estas familias, entroncadas con otras de Jerez o de Utrera, son en parte responsables de la transmisión y desarrollo musical del Arte Flamenco que ha llegado hasta nuestros días. Aquí el Flamenco de la familia y en la familia cobra su más amplia dimensión.

Nuestro interés y nuestro objetivo es que el viajero consiga Vivir el Flamenco  de la mejor manera posible: de cerca, en directo, sintiéndolo y palpándolo como el Arte Vivo que es.

Por ello, en Lebrija, tras una breve visita a la ciudad para conocer sus edificios más emblemáticos, nos instalamos en una de sus más prestigiosas bodegas. Y en este recinto tan especial el viajero disfruta de la cocina tradicional de la tierra, para continuar con una fiesta flamenca con marcado acento gitano, como el lugar propone y  exige.

 

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